Sin duda, ambos podrían darnos una buena paliza, pero al karateka le costaría mucho menos esfuerzo, porque su técnica es mejor. La desventaja del boxeador es que envía su fuerza a una superficie de impacto más grande en el oponente, porque lo hace con el puño (y con un guante). El karateka, en cambio, da un gran impulso a un área concreta del cuerpo de su adversario, con el canto de la mano o el empeine del pie.
Un buen golpe de este tipo (en competición solamente se “marca”) es capaz de romper huesos y tejidos. La penetración en el cuerpo es de 1 cm, de media. Y otra virtud cuyo secreto está en la física: aunque el impulso fuera el mismo en un karateka que en un boxeador, el primero logra imprimir más fuerza porque su impacto es más rápido. Es decir, la concentra en menos tiempo. En cambio, un boxeador digamos que “empuja” con su puño, y tarda más en descargar.
En demostraciones de partir bloques (como en la foto superior), a veces hay truco. Los rompimientos reales se realizan con tablones de unos 30 x 30 centímetros que tengan, al menos, otros 2,5 cm de grosor y que estén sostenidos por una o dos personas. En cambio, en estas demostraciones se utilizan tejas, baldosas o ladrillos que sean de materiales menos resistentes.